Por Kim Sánchez Saldaña
Profesora investigadora de la Facultad de Humanidades, Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Integrante del proyecto I+D+I CSO2011-28511.
antropkim@gmail.com
¿Por qué este tema en el Blog?
La siguiente
relatoría introduce el problema de la explotación de trabajo infantil en
contextos migratorios, asociada a la movilidad laboral de trabajadores
agrícolas en enclaves de producción intensiva en México.
Reflexiones sobre este complejo problema se
presentaron en el marco del IV Encuentro
Internacional Contra el Trabajo Infantil en México, realizado en Ciudad de
México, el 21 de Marzo pasado.
Dicho evento, estaba programado como parte de una
serie de reuniones regionales en América Latina, con miras a la III Conferencia
Global sobre Trabajo Infantil "Estrategias para Acelerar el Ritmo de
Erradicación de las Peores Formas de Trabajo Infantil", que se celebrará
en el mes de octubre de 2013, en Brasil. Esta iniciativa ha sido apoyada por la
Fundación Telefónica de España y México,
con apoyo de la OIT, UNESCO y diferentes gobiernos locales.
A su vez, en esa conferencia del próximo mes de octubre
en el cono sur, se presentarán los aportes de Latinoamérica para eliminación
del trabajo infantil, así como los retos pendientes para cumplir con la meta
propuesta en 2010 (La Haya, Países Bajos). En aquel año, la OIT y los organismos
nacionales e internacionales participantes se comprometieron a una “Hoja de ruta para lograr la eliminación de
las peores formas de trabajo infantil para 2016”.
Grandes desafíos y amenazantes obstáculos, cuando la
propia OIT nos informa que hoy en América Latina 14 millones de niños, de entre
5 y 17 años, trabajan. De esta enorme cifra, se estima que 9,4 millones
realizan trabajos peligrosos que amenazan su integridad física y psicológica.
Académicos, miembros de organismos no gubernamentales
y de la sociedad civil en general, fuimos convocados, esperando que ese foro
amplio, abierto y participativo permitiera denunciar y compartir experiencias
sobre prevención y erradicación del trabajo infantil en México.
Y, en mi caso particular, me interesaba hablar del
caso de la explotación laboral y los riesgos en que viven los niños y niñas
jornaleros agrícolas en regiones agrícolas, pues ésta es una clara consecuencia
social de las nuevas formas de producción intensiva. Incluso, las estimaciones
de la propia OIT subestiman la magnitud de esta población afectada en estos
espacios rurales, pues por diferentes razones han sido más documentados nichos
de trabajo infantil en ámbitos urbanos.
Al pie del surco, corte ejotesTetelilla 2006
La trata de menores en
contextos migratorios
Como ya mencionamos, en este IV Encuentro, se incluyó una mesa temática sobre “Trata de niñas,
niños y adolescentes con fines de explotación laboral en contextos de
migración”. Participamos: Denisse Velásquez, de la Organización Internacional de Migración (OIM), Fernando Bastista,
de la Comisión Nacional de Derechos
Humanos, Maria Antonieta Chávez, del Observatorio
Latinoamericano sobre Trata y Tráfico de Personas, Rosi Orozco, de Unidos vs Trata A.C. y Kim Sánchez, investigadora
de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
La mayoría de las intervenciones abordaron
problemáticas vinculadas con la migración internacional, sobre todo, la que se
dirige hacia Estados Unidos. Sin duda, ello se debe a que México es escenario
de masivos flujos migratorios por ser un país de origen, destino y tránsito de
población migrante mexicana, latinoamericana y de otros países. Y en tales
contextos, se presentan una terrible y enorme diversidad de vejaciones y
violaciones a los derechos humanos y civiles, en especial de mujeres y niños,
que en la legislación internacional son definidas como “trata de personas”. Como
parte de esta lacerante realidad, la migración puede presentarse como primer
paso de una serie de sucesos que conducen a la explotación, o bien, contribuir
a ella. Es decir, la trata puede implicar
el desplazamiento forzoso de la víctima (cuando el traslado, la acogida o la
recepción de personas tienen como propósito la explotación laboral), o en otro
caso, los depredadores que “cazan” a sus víctimas entre migrantes, en tanto
miembros de una población vulnerable. Esa explotación puede incluir la
prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o
servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la misma, la
servidumbre o la extracción de órganos.
En síntesis, se enfatizó que si bien trata y migración son dos cosas bien distintas, existe una correlación
entre ambas, lo que puede ser agudizado por el hecho de que un inmigrante (por
lo común internacional) sea indocumentado y/o tenga temor de pedir ayuda a las
autoridades locales y/o sean miembros corruptos de los mismos organismos
judiciales quienes amenacen o violenten sus derechos.
Ante todo ello, la respuesta de funcionarios
gubernamentales, políticos, miembros de organismos internacionales, no
gubernamentales, de derechos humanos y sociedad civil en general es contundente:
rechazar y denunciar estas actividades, exigir que se superen los vacíos
legislativos que limitan su prohibición y la penalización de los culpables, luchar
porque se construyan estrategias adecuadas para identificar la trata con fines
de explotación laboral y restituir los derechos de niños y niñas.
No cabe duda de la prioridad de tales propósitos en
la agenda social de México y el mundo.
Migrantes Cosecha Tomate 2, Totolapan, Mor. 2004
La mano de
obra familiar e infantil en los campos agrícolas
Sin desconocer su importancia,
empero, es menester reflexionar sobre otro tipo de explotación laboral. Me
refiero al trabajo infantil
en campos agrícolas en México, que se desenvuelve en circunstancias y contextos
que propician su invisibilidad social y que, por lo mismo, exigen una atención
prioritaria por parte de las instituciones interesadas e involucradas en prevenirlo
y erradicarlo.
Es decir, un fenómeno
que se enmarca en la movilidad y el empleo temporal de mano de obra familiar, cuya
demanda ha surgido de las necesidades fluctuantes de una agricultura comercial
moderna y tecnificada, pero que sigue dependiendo de tareas manuales altamente
intensivas de trabajo, como por ejemplo, las cosechas.
NIÑOS COSECHA Tomate 2004
A primera vista,
no es un caso de Trata de niñas, niños y
adolescentes con fines de explotación laboral, pues la “captación” aquí es
reclutamiento por contratistas y autoreclutamiento entre parientes y paisanos,
el “traslado” no es rapto, sino que está en manos de sistemas de intermediación
laboral pagados por las empresas demandantes e incluso algunos son supervisados
por programas gubernamentales de la Secretaría de Trabajo, y la
“acogida” no son casas clandestinas sino las propias empresas o alquilan
viviendas temporales. Finalmente, la mayoría de estos niños y niñas no viajan
solos, ni viajan contra su voluntad, sino que forman parte de familias que se
desplazan por una o más regiones agrícolas en busca de empleo.
Niño en Albergue Atlatlahucan, 2005
Niños y niñas
que acompañan a sus padres por largos recorridos, trabajan con frecuencia en los
campos agrícolas para contribuir al magro
ingreso familiar. Otros ayudan a que sus padres y hermanos mayores se dediquen
tiempo completo al jornal: preparando los alimentos, lavando ropa y cuidando de
los hermanos más pequeños. Otros
más, simplemente, esperan al pie de los huertos o en los campamentos donde
residen temporalmente estos jornaleros, porque no pueden quedarse en sus
comunidades nativas mientras sus padres migran.
En tales
contextos, niños y niñas jornaleros enfrentan problemas de salud (exposición a
plaguicidas, escasez de agua potable, insalubridad en los campamentos, etc.),
en su desarrollo (acarrear pesos y mantener posturas forzadas), en su derecho
al juego, al tiempo libre, y en el acceso a la educación (jornadas laborales
que los agotan y compiten con la posibilidad de que estudien). Es decir, sus opciones son tan voluntarias como los riesgos que han tenido que asumir para asegurar
su sobrevida. Campesinos, trabajadores indígenas y mestizos, que tienen pocas o
nulas alternativas de empleo e ingresos en sus regiones de origen.
Migrantes Cosecha tomate, Totolapan, Mor. 2004
¿Por qué
entonces presentar el caso de los niños y niñas jornaleros migrantes en esta
temática? Justamente por la invisibilidad social de esa explotación laboral y
de la violación de los derechos de niños y niñas, agudizada por su condición
migratoria. Es necesario develar su carácter estructural, pues las causales de la
mercantilización del trabajo de niños, niñas y adolescentes, están directamente relacionadas con las necesidades
económicas de las familias jornaleras, pero, sobre todo debido a las
estrategias productivas y de administración laboral de los empleadores que se
han beneficiado de esta mano de obra.
En 1998, una
encuesta realizada por el Programa Nacional de Jornaleros Agrícolas de la
Secretaría de Desarrollo Social (Pronjag/Sedesol),
indicaba que en promedio cuatro de cada diez migrantes tenían entre 0 y 14 años
de edad (Sánchez Muñohierro, 2002). Asimismo, se registraba que 3 de cada 7
niños y 3 de cada 8 niñas de 6 a 11 años se habían incorporado al trabajo
asalariado fuera de su comunidad (Pronjag,
2001: 31).
Joven cosechador. Tenex
Adolescente cosecha ejote Tetelilla
Una década
después, la misma fuente estimaba que cerca de 750 mil de los jornaleros agrícolas
eran menores de 15 años, lo que equivalía al 36.6% de dicha población (Rojas,
2013). Por su parte, otras especialistas calculaban que 59.2% de los niños y
niñas entre 5 y 17 años de edad, estaban incorporados a las actividades
productivas agrícolas (Schmelkes y Ramírez, 2011, citado por Rojas, 2013).
Sin duda, el
auge de los cultivos hortofrutícolas en las últimas décadas, sobre todo
orientados al mercado externo, ha propiciado el aumento masivo de los flujos de
migración laboral interna con destino rural. Asimismo, está ampliamente
documentado que estas empresas agrícolas propiciaron la migración familiar,
tanto como su inserción grupal en determinados cultivos y labores agrícolas. En
el nicho migratorio, estas unidades familiares adecuaron su modo de vida al
cambio de vivienda y su entorno, al ritmo de actividad y formas de interacción
social, reasignando funciones y responsabilidades entre sus miembros (Sánchez,
2005).
En suma, la
presencia de niños y niñas en los campos agrícolas no ha sido una supervivencia
de la cultura tradicional o “primitiva” de los hogares rurales de bajos
recursos. Por el contrario, la evidencia señala como principales responsables
de la explotación laboral infantil a las mismas empresas agrícolas que
-consciente o inconscientemente- han permitido, alentado y reproducido el
empleo de mano de obra familiar.
Huerta Jonacatepec, corte ejotes 2008
¿Se avanza en desalentar el trabajo
infantil en los campos agrícolas?
A pesar de lo
expuesto, en nuestros recorridos de campo con frecuencia se escucha que
“enganchadores” y contratistas anuncian que está prohibido emplear niños y
niñas en labores agrícolas.
Y es que, al
parecer, algunas empresas del subsector agroexportador han cambiado el perfil
de la mano de obra lo que ha redundado en una reducción de la demanda laboral de
niños y niñas. Lamentablemente más que sensibilización frente a la problemática,
las empresas se preocupan de salvar su competitividad en el mercado exterior. En
efecto, como parte de las reestructuraciones productivas, un dinámico grupo de
empresas ha participado en los sistemas de certificación para controlar la
inocuidad de los alimentos, mostrar la “responsabilidad social” de sus
compañías y/o de “buenas prácticas agrícolas”.
Cabe mencionar
que la prohibición de trabajo infantil ha generado cambios en la organización y
composición de diversos flujos migratorios. También hay que advertir que,
debido a que los jornaleros no han tenido mejoras salariales significativas,
las familias sufren la presión por no contar ya con el aporte económico de los
menores en su ingreso, utilizando diferentes medios para contrarrestarlo.
Pero no siempre
los empresarios han modificado en los hechos su política laboral y hay
denuncias sobre la “clandestinización” del empleo de niños -en complicidad con
sus padres-, pues a fin de cuentas es fácil de burlar a los inspectores en
medio de los grandes campos agrícolas. Tal como lo han constatado diferentes
investigadores (Reyes, 2002; Carrera, 2010, entre muchos otros), se ha seguido
empleando mano de obra infantil por varias empresas en las regiones agrícolas. En
cambio, en regiones agrícolas orientadas al mercado interno y donde no se
preocupan por sistemas de certificación, se continúa ocupando mano de obra
familiar en ciertas labores.
Mujer con bebe en cosecha
Nuestra
presentación no fue la única referencia a los niños y niñas jornaleros en el IV Encuentro Internacional Contra el Trabajo
Infantil en México. En diferentes mesas centradas en políticas educativas,
pueblos indígenas y otras problemáticas, hubo también acercamientos al trabajo
infantil en espacios rurales, en general coincidentes en identificar a las
regiones de producción intensiva como principales responsables.
Compartimos
también la idea de que, por sobre los intereses privados, el Estado y la
sociedad civil deben velar por prever, erradicar y sancionar la explotación
laboral de niños y niñas. Al mismo tiempo, coadyuvar a eliminar otras formas de
trabajo infantil disimulado, mejorando las condiciones laborales y de vida de
la población trabajadora migrante y asentada; es decir, dotando de servicios
sociales y oportunidades educativas que permitan ejercer sus derechos como
niños y niñas. Pero también es un objetivo imprescindible sensibilizar a los
empresarios para que asuman una responsabilidad social efectiva; hay pocas,
pero excepcionales experiencias positivas al respecto.
Lo cierto es que
revertir esta situación efectivamente, requiere una propuesta integral y, ante
todo, la voluntad política del gobierno para apoyar a empleadores y trabajadores a construir modelos productivos alternativos,
eficientes en lo económico y socialmente responsables.
Mixtecas cosecha tomate
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Las fronteras mexicanas -con Guatemala al sur y
Estados Unidos al norte-, son escenarios dantescos para la explotación de niños
y niñas con fines sexuales, laborales, mendicidad, tráfico de órganos,
actividades ilícitas de narcotráfico, y otras de un largo expediente universal
de la infamia.