viernes, 17 de mayo de 2013

PENSAR LA SOSTENIBILIDAD SOCIAL DE UN ENCLAVE DE AGRICULTURA INTENSIVA: EL CASO DEL FRUTAL Y LA UVA DE MESA EN LA REGIÓN DE MURCIA. ANOTACIONES SOBRE SOCIOHISTORIA DEL TRABAJO Y ESTRATEGIAS DE VIDA

Producción uva de mesa. Foto: Germán Carrillo. Equipo ENCLAVES
Históricamente este enclave eminentemente rural basó su desarrollo económico en la actividad agrícola.  Desde principios del siglo XX se especializó en una orientación productiva de frutas de carácter comercial y exportador. La sociedad local estaba imbricada en este modelo agroexportador proporcionando mano de obra asalariada (jornaleros, almacenes de manipulado) o mediante fórmulas de aparcería, arrendamiento, etc. Con la apertura de una dinámica modernizadora del país (intensificación de la industrialización/urbanización) en las décadas de los 60-70, una parte de los varones despliegan un proceso de movilidad ocupacional hacia nuevos mercados laborales en sectores emergentes como la construcción o regentando pequeños establecimientos como bares y talleres.  Al mismo tiempo la mayor parte de las mujeres mantenían sus trabajos estacionales en el sector agrícola, principalmente en almacenes de envasado, con los que obtenían una renta complementaria a la del marido. La constitución de un polo de trabajo feminizado para la agroindustria frutícola se vinculó a este perfil de familia prototípico.

Se trata, pues, de un territorio donde se objetiva el proceso de construcción de un territorio en crisis: el Sur de Europa, que se reconstruye económica y socialmente en el periodo de posguerra en una dirección distinta al centro y norte del continente,  consolidando la Europa de dos velocidades cristalina de hoy día. En el sur la propiedad de la tierra estaba (y está) en pocas manos lo que ejerció de “capa de plomo” (Pedreño, 1999) para el desarrollo industrial por lo que deviene en débil, donde sus regiones se especializaron en productos y actividades para competir en el mercado con un modo de producción descentralizado y métodos flexibles de contratación, dinamizados por pequeñas empresas y estrategias familiares potenciadas por intervenciones políticas de control social y clientelares, que propiciaron mercados locales de trabajo altamente informales, segmentados y difusos con elevada movilidad y eventualidad.  Un modelo de desarrollo “desigual [que] ha contribuido a la diferenciación geográfica y social y a la creación de una nueva polarización económica” (Hadjimichalis y Papamichos, 1990).

A partir del año 2008 comienza a resquebrajarse esta organización laboral y social debido a la destrucción de puestos de trabajo, especialmente en los sectores no agrícolas. Como consecuencia del desempleo masivo aumenta la competencia por reingresar en los nichos de trabajo del sector agrícola, se generaliza la precarización de las condiciones laborales y las rentas temporales de las mujeres se convierten en la principal (y exigua) fuente de ingresos formal para muchas familias.  De este modo se reestructuran las estrategias familiares con el objetivo de conseguir renta (formal o informal) con la que hacer frente a la creciente vulnerabilidad social y a la pérdida de status.


I Marcha contra el paro, la precariedad y los recortes a su paso por Abarán.
Foto: Antonio J. Ramírez Melgarejo. Equipo ENCLAVES
Hasta el momento, Mayo 2013, desde el proyecto ENCLAVES hemos entrevistado a trabajadoras de almacén (jóvenes y ya jubiladas), jornaleros y trabajadoras temporeras de campo, representantes sindicales, autónomos montadores de parrales, podadores fijos discontinuos, trabajadoras delegadas sindicales en sus comités de empresa, reclutadora de una ETT, pequeño productor que combina agricultura con su empleo en el sector público, vecinos de avanzada edad… todo un magma en ebullición de vivencias y experiencias que nos permite desarrollar algunas anotaciones.

Los relatos de los trabajadores y las trabajadoras describen la actual extrema debilidad, fragmentación y escasa organización sindical de una clase obrera sin control del proceso productivo ni del mercado laboral, sin fuerza para reivindicarse como clase al mismo tiempo que está siendo expulsada (y los que trabajan conviven con la amenaza) de los circuitos de trabajo que tradicionalmente ejercían. Ahora todos estos obreros acostumbrados y construidos socialmente para buscarse la vida,  vuelven a tener grandes dificultades para encontrar un empleo decente que les permita planificar el futuro.   Se ven nuevamente forzados al nomadismo laboral[1], pero esta vez la travesía parece que es más por el desierto que nunca antes, ya que al incierto mercado laboral se une la competencia por el gran aumento del ejército de reserva de mano disponible, engordado por los expulsados de la construcción y la industria, migrantes y mujeres tradicionalmente segmentados y víctimas de la explotación, al que debemos unir jóvenes que no encuentra inserción en el mercado laboral, en definitiva una difícil “situación de competencia entre los diversos fragmentos de la fuerza de trabajo”. (Pedreño, 1998).



Autobús para transportar jornaleros. Foto: Germán Carrillo. Equipo ENCLAVES
El trabajo agrario depende de la disponibilidad de un producto, la fruta, que tiene sus propio ritmo natural[2] que determina las temporadas de trabajo y de paro: se alternan ciclos de intensificación máxima de los ritmos de  trabajo y ampliación de la jornada laboral (en temporada punta hasta de siete días semanales) con paros y jornales intermitentes.  En otras palabras, aún hoy cuando la temporada aprieta la vida se sigue abandonando. Son trabajos duros, con una elevada exigencia física donde se cobra por horas, y en temporada alta las jornadas tornan en interminables.  Los empresarios han invertido en tecnología para modernizar sus almacenes y ser competitivos en el mercado internacional, pero se siguen necesitando cuerpos y manos disponibles que las hagan funcionar.

El trabajo es tremendamente exigente con los cuerpos y mentes de los trabajadores y las trabajadoras que con el tiempo van acumulando lesiones laborales en muchos casos crónicas[3]. Poco a poco los cuerpos se desgastan y envejecen, para poder afrontar las jornadas se recurre a la medicalización como nos cuenta una trabajadora de almacén “Yo, y mis compañeras, hemos vivido a base de neurofren, porque es la única manera de… Además, yo me fui a la baja, no me fui a la baja por el dolor de brazo, cuidado, me fui a la baja de tanto neurofren que tomaba. Y para poder dormir relajantes, que llegó un momento que la boca, no podía ni hablar, y me quedaba, estaba como adormilada, de tanta cosa como tomaba(…). De eso no tiene nadie la culpa, nada más que yo. O la necesidad…. O la necesidad.”


No sólo en el almacén los trabajos siguen siendo duros y exigentes, en el campo donde la jornada laboral está limitada[4] a la luz solar, también sufren los cuerpos “Tú te tiras diez horas andando para atrás y dando vueltas porque tienes que ir buscando. Tienes que conseguir retrasar la parra para intentar quitarle leña para que la parra pueda seguir viviendo, si no muere… Yo estoy bastante tocado de los discos cervicales de desgaste por … y solo llevo tres años podando…” (E. trabajadores campo).
Aunque el trabajo ha cambiado (mejorando en algunos aspectos y empeorando en otros) se sigue distinguiendo por elevada temporalidad  y eventualidad, dependiente por un lado de los ciclos naturales como los ritmos de maduración de la fruta pero también de otros efectos climáticos que trastocan las jornadas de trabajo como son las heladas, gota fría y sequías.  Por otro lado depende de la demanda de trabajo de las empresas en los tiempos y modos que les place.  Los escasos trabajos a los que pueden acceder las clases populares son los nichos tradicionales como la agricultura, que han variado poco sus condiciones.  Son trabajos duros y difíciles que exigen un desgaste continuado.


Recolección de hortalizas en el campo murciano. Foto: Germán Carrillo. Equipo ENCLAVES
Ante esta realidad la presencia de las familias y sus estrategias de subsistencia lo impregnan todo.  Están ahí cuando alguien nos explica cómo se organiza para trabajar y deja los hijos a los abuelos, padres que nos comentan la situación de los hijos en paro y como comparten gastos, comida, vivienda, vehículos… aparecen cuando nos explican como consiguen trabajo por medio de redes familiares  y contactos personales, cuando nos argumentan como encajan las distintos ingresos de los miembros familiares y el peso que tienen los subsidios y retribuciones estatales como pensiones.
He aquí algunos trazos de la crisis permanente de las clases populares en la Vega Media del Río Segura en Murcia, su vulnerabilidad ante los procesos económicos y la dificultad para buscarse la vida, ya que en este rincón del sur europeo, como en tantos lugares del mundo, el proletariado tras ser derrotado por el capitalismo ha sido condenado a vagar eternamente como  el mito griego Belerofonte.

 ·     Hadjimichalis, Costis y Papamichos (1990) “Desarrollo local en el sur de Europa: hacia una nueva mitología” en Estudios Regionales, nº26, pp. 113-144.
 ·      Pedreño, Andrés (1998) “Economía flexible y ruralidad: el caso de la Vega Media del río Segura en la Región de Murcia” en Ybarra, J.A (ed.) Economía sumergida: el estado de la cuestión en España, Murcia. Iniciativas de futuro, U.G.T Secretaría General, pp. 159-221.
 ·      Pedreño, Andrés (1999) Del jornalero agrícola al obrero de las factorías vegetales. Madrid. Ministerio de agricultura, pesca y alimentación.



[1] Andrés Pedreño en 1998 nos describía las características de los trabajadores de la Vega Media del Segura “se trata de un grupo social cuya identidad cabe considerarla como un nómada laboral.  Son figuras obreras híbridas o mixtas, que oscilan entre la construcción, la agricultura u otras formas de sub-empleo.  Su cultura de trabajo no se define tanto en función de una identidad profesional, sino más bien dentro de una lógica social de supervivencia.  Auténticos estrategas del “buscarse la vida”, también tendrán una notable disponibilidad para largos desplazamientos territoriales a la búsqueda de empleo, lo cual acentúa su condición de nómada laboral” (Pedreño, 1998)

[2] Aunque cada vez más artificializado.  Una de las ventajas competitivas en la agricultura es disponer de fruta temprana que se venderá a un precio mayor en el mercado.  Para ganar unos días a los ritmos naturales se articula todo un complejo proceso de ingeniería social.

[3]“Todas las que pasamos ya de… De cincuenta y tantos, todas tenemos la misma patología” “Mira, como tengo las muñecas, mira. Mira. Esto, yo estuve en la mutua. Mira como tengo las muñecas, ¿las ves?” (E. Trabajadora delegada).

[4] En unas jornadas en Lorca sobre alimentación en la que participaban los gerentes de las principales empresas y cooperativas exportadoras escuchamos que para satisfacer la demanda de productos frescos recién cortados de los mercados ya estaban empezando a trabajar cuadrillas del campo en turnos de noche, simplemente  utilizando iluminación al estilo de los mineros.

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