Noticias de prensa y artículo sobre la manifestación:
"Clamor contra la explotación laboral en el campo murciano" (Diario La Verdad)
"No quiero trabajar todo el día y cobrar sólo 15 euros" (Diario La Opinión)
"Los trabajadores del campo protestan contra el abuso laboral en el sector agrario" (eldiario.es)
"Masiva marcha contra la explotación y el fraude laboral en el campo" (lacrónicadelpajarito.es)
Artículo "gestión a base de salarios de miseria (Manuel Pérez)
Al inicio de esta investigación ya hicimos una etnografía de una protesta (vease Etnografía marcha contra la precariedad) y tres años después nos volvemos a aproximar a la acción colectiva
de los trabajadores agrícolas murcianos. El momento de la protesta tiene algo,
diría Bourdieu, de “milagro social”, especialmente cuando la protesta es
protagonizada por aquellos que lo tienen todo en contra para protestar. Pues
efectivamente, la precariedad absoluta en la que se mueven los jornaleros y
jornaleras de la Región de Murcia dificulta enormemente la acción colectiva.
Pero ocurrió “el milagro social” y por ello nos pareció pertinente para los
objetivos de esta investigación la realización de la presente observación
etnográfica.
Es la hora y
la avenida ya está cortada al tráfico por una creciente aglomeración de gente,
muchos llegan en pequeños grupos desde el aparcamiento para autobuses del
cercano Auditorio de la ciudad. En ese momento pienso que sería muy interesante
poder trazar un mapa con los desplazamientos de cada uno de los asistentes
desde sus municipios de residencia dispersos por toda la Región.
Son casi las
once de la mañana de un domingo de Enero. La ciudad apenas empieza a despertar bajo otro día de sol radiante y cielo azul. Me acerco andando por una gran avenida de la ciudad a
la Delegación del Gobierno, lugar de convocatoria de la manifestación. Es un
paseo paralelo al río Segura. Ya desde lejos empiezo a palpar el ambiente y
sentir una mezcla de emoción, excitación y curiosidad sociológica. Hacía tiempo
que las calles de Murcia no veían desfilar a jornaleros y jornaleras del campo
contra la explotación laboral. Desde el
primer momento sé que esta movilización ya ha ganado algo importante, vuelve a
situar en la agenda política la situación vital y laboral de miles de personas
que malviven en los campos murcianos, y lo hace visibilizándolos en el espacio público, en un intento de contrarrestar la invisibilidad social a la que fueron
condenados por su condición inmigrante.
Comienzo
manifestación jornalera contra explotación laboral. Delegación del Gobierno en
Murcia, junto al Río Segura
La
manifestación no ha comenzado aún, pero ya estoy rodeado por una muchedumbre de
jornaleros del campo que nerviosamente comienza a organizarse para manifestarse
contra la explotación laboral en el campo, los bajos salarios, los abusos sexuales, la no
cotización de los días trabajados, las jornadas excesivas, la gestión del
trabajo que hacen la ETT's, la dejadez del gobierno y la falta de inspecciones.
Estas son las principales reivindicaciones de una situación insostenible
socialmente, aunque parece ser que rentable económicamente para los
empleadores. La práctica totalidad de los manifestantes
son inmigrantes, y de ellos la inmensa
mayoría son hombres en edad de trabajar.
Las mujeres están más dispersas pero un grupo de ellas, de origen
marroquí, están en la cabecera de la manifestación con sus hiyab y su pancarta.
Los
trabajadores concentrados responden a los perfiles étnicos de los que han ido
llegando a esta Región en las últimas dos décadas, fundamentalmente de Magreb
(Marruecos, Argelia), Latinoamérica (Ecuador y Bolivia), África (Mali, Senegal)
y, en menor número, Paquistán o la India. A pesar de que se dice que son muchos
los “españoles” que han retornado al campo por la situación de desempleo, aquí
se ven pocos. Se aprecia en la manifestación el proceso de etnificación del
trabajo agrícola que ha venido operando desde hace décadas. Sin embargo, es
interesante constatar que no se trata de una protesta monoétnica (es decir,
protagonizada exclusivamente por tal o cual colectivo etno-nacional), sino que
por el contrario se observa diversidad (latinos, subsaharianos, magrebíes…).
Esto contrasta con lo que viene siendo habitual en la acción colectiva de la
gente inmigrante en la que no siempre pero frecuentemente la pertenencia
etnonacional de los organizadores condiciona la composición de los
participantes, soliendo implicar una cierta homogeneidad étnica. Me introduzco en la manifestación cámara en
mano, comienzo a echar fotos y le pido a un hombre que pose con el cartel que
lleva entre manos, y lo hace sonriente.
Trabajador reivindicándose
Cabecera de la manifestación, con un grupo de mujeres.
No noto en
ningún momento tensión o incomodidad ante mi presencia observadora. Otras
presencias, por el contrario, parecen incomodar más: veo que tres chicos muy
jóvenes son recriminados por un grupo de marroquíes por las banderolas
comunistas que portan, exigiéndoles que las plieguen. Me acerco al tumulto y
creo entender que un marroquí le dice al chico más alto (con gafas de sol
verdes, chándal y corte de pelo moderno) que esa bandera no es de ahí, que es
una bandera manchada. La intervención de sindicalistas experimentados de
CCOO ataja la cuestión alejando a los chicos, que continuaron con sus banderas
durante un rato más, hasta que en la puerta del Instituto Cascales, a escasos
200 metros de la salida, los veo abandonar...
La marcha va a comenzar. En la cabecera de la manifestación
hay un grupo de unos 20 hombres que hablan árabe y castellano y llevan chalecos
fluorescentes con lemas escritos detrás. Se muestran nerviosos y
preocupados, son los encargados de la organización de la manifestación, para lo
cual conforman un cordón cogiéndose de los brazos para obligar a todos los que
estamos dispersos a cuadrarnos tras las pancartas de cabecera. Por momentos parece una tarea titánica, los
manifestantes desbordan constantemente el cordón para observar maravillados la
cabecera de la manifestación desde fuera. Decenas de móviles graban, cientos de
caras sonríen y se asombran de lo que está pasando y en lo que están
participando. Se palpa la excitación, el nerviosismo, la camaradería y la
indignación.
Manifestantes a las puertas de la delegación del gobierno
Organización en los instantes previos al comienzo de la marcha.
Delante de
las pancartas de la cabecera un grupo de personas españolas blancas, portan
pegatinas de CCOO y distingo a un concejal de IU en el ayuntamiento), al
Coordinador Regional de IU y al Secretario general en funciones de CCOO. Apenas
hay división física entre unos y otros pero si simbólica, no comparten la
pancarta en los primeros momentos, pues la cabecera pertenece a decenas de
jornaleros inmigrantes que se agolpan chillando y portando banderas y
pancartas. Todas las banderas y
pegatinas son de CCOO. Evidentemente el sindicato ha sabido canalizar y apoyar
las reivindicaciones surgidas desde los sectores más débiles de la cadena de
trabajo: inmigrantes, y una parte de ellos, sin papeles, como más tarde me
corroborarían varias manifestantes. Sin embargo, las pancartas no son de
elaboración sindical ni profesional, son trozos de tela blanca con lemas
pintados en spray. Vieja escuela, que me recuerda a las fotografías de las
manifestaciones en España durante los años de la transacción democrática y a
las nuevas movilizaciones, las del 15M y las mareas ciudadanas, las del
desencanto con la política tradicional y sus protagonistas. En ellas están
escritos los lemas más coreados y repetidos por todos y que explican claramente
los fundados motivos de la protesta: “No a los destajos”, “somos personas no
esclavos”, “no a las Ett's”, “contra los abusos sexuales”, “más inspecciones de
trabajo”, “queremos derechos” etc.
Pancartas y banderolas
Comenzamos a
andar y es entonces cuando el propio desarrollo de la manifestación me
hace imposible seguirla como había planificado. Lo que al comienzo parecía
un caos organizativo comienza rápidamente a desenvolverse ante mis sorprendidos
ojos como una verdadera organización del espacio y de la gente en filas. De
repente la muchedumbre cobra vida, sentido y poder. Mi primera intención era
moverme libremente por toda la manifestación, hacer fotos, tomar notas, fijarme
en general en todo e intentar hablar con la gente... pero al igual que la
estructura social predetermina nuestra posición social, la estructura
construida para la manifestación en falanges o columnas separadas por poco
metros, me engulle como un punto… y también a mi punto de vista. Al
intentar andar libremente los manifestantes, casi siempre sonrientes, me piden
que me integre con ellos en una de esas columnas. No puedo ni quiero negarme, así que me sitúo
entre un grupo de marroquíes y una mujer negra, quizá de Mali o Senegal que va
sola. En mi fila casi todos son marroquíes, de todas las edades en edad
de trabajar, hay jóvenes, hombres que parecen sobrepasar la cincuentena o
prematuramente envejecidos. Son experimentados jornaleros que ya se habrán
visto en alguna como esta. No hay niños, quizá por miedo a lo que puede pasar,
quizá porque es domingo o porque transportarlos hasta aquí sería otro gasto más.
Organización de la manifestación en filas separadas unos metros.
Reparo que
mi falange puede ser un buen ejemplo de la tipología de los manifestantes en
general: una mujer africana, el resto hombres la gran mayoría marroquíes, unos
pocos africanos y tres hindúes o paquistaníes... y un blanquito exótico con
gafas de sol que hace preguntas y fotos (yo). Unos momentos más tarde una amiga
me localizará en la manifestación diciéndome “anda que no se te ve…”.
Mi compañero
de la derecha en la fila me muestra su cartel, le digo que estoy de acuerdo y
me da la mano tocándose después el pecho, le pido poder fotografiarlo y accede
sonriendo. Pero en la foto su cara parece más dura y expresiva. A partir de
este momento entablaremos conversaciones cortas, periódicas. Me asegura que hay
gente trabajando por 20 euros, que no les cotizan lo que supone un grave
problema para renovar papeles, algo que él también teme que le suceda. Sin duda
las reivindicaciones más urgentes son salario y condiciones legales de
trabajo. Además me asegura que hay muchísimos de los presentes que no
tienen papeles... de ahí el nerviosismo que se palpa, y que se va disipando conforme avanzan
nuestros pasos, las caras se relajan, los canticos arrecian, la gente se moviliza.
Como anécdota decir que al comienzo se oyen sirenas muy fuertes -yo ya sé que
es una ambulancia, uno aprende a distinguirlas de las policiales- pero la gente
de allí no lo sabe. Silencio mientras se acercan las sirenas, silencio,
silencio... y risas aliviadas de algunos cuando aparece una ambulancia por el
puente viejo de la ciudad.
Mi compañero de columna
Al poco de
comenzar la marcha la furgoneta que porta la megafonía aparece entre la gente
para adelantarse cruzando la manifestación. De repente una voz de mujer nos espeta
sentarnos en árabe. Silencio sepulcral y obediencia. Todos sentados escuchamos
como la mujer habla en árabe, francés y español para decir que debemos ir
organizados en filas, no pasar la pancarta de delante y manifestarnos
tranquilamente. El testigo de la alocución lo recoge una voz de hombre, española,
seguramente un miembro de C.C.O.O. Nos pide
en varias ocasiones calma y tranquilidad, desfilar sin violencia, sin prisa... No ocurrirá ningún tipo de incidente. Durante las más de dos horas de recorrido se
mantienen las filas, distanciadas dos o
tres metros unas de otras ocupando todo el ancho de la calle. La disciplina se
mantiene hasta el final. Cada vez que
alguien salía de la fila se le recriminaba de buenas maneras. Parecía claro que
la consigna no verbalizada era la de “todos a una”. No sólo avanzamos en
columnas sino que cada cierto tiempo todos nos agachamos durante unos minutos
¿para ralentizar la marcha? ¿para hacer más visible la participación? Es algo
nuevo para mí. Pero son dos detalles muy reveladores del espíritu comunitario de
la manifestación y del conflicto generalizado del que surgen las
reivindicaciones.
Empiezan los
cánticos notándose las limitaciones del lenguaje, casi siempre se repiten las
mismas consignas, las más sencillas de corear y entender. La primeras que
surgen, siendo las más repetidas son "fuera ETT's", junto a
"trabajo si, destajo no". Sin duda las condiciones de trabajo, la
organización del reclutamiento y la gestión administrativa son las
reivindicaciones más urgentes para este colectivo. Más adelante surgen otros cantos diferentes:
"queremos derechos" y "somos personas no esclavos", son
reivindicaciones que podríamos situar en un plano superior al de las condiciones
inmediatas de trabajo. Exigen que se cumplan los derechos humanos, a ser
tratados como personas, a ser reconocidos como un valor en nuestra sociedad lo
que implica mejorar sus condiciones de vida, no sólo laborales. Aproximadamente
a mitad del recorrido surge un nuevo canto
en las filas donde me encuentro, es el de "fuera,
ladrón". Pregunto a mi compañero de la izquierda a quién se refieren
con ese genérico “ladrón” y varios compañeros me dicen que a las ETT’s. Me contarán que con algunas de ellas tienen
muchos problemas porque se han dado casos de documentación de alta falsa, como
la que muestra a todo el que quiera ver un hombre marroquí que rondará los
cincuenta. Además, me aseguran que no juegan limpio con los salarios y las
horas de trabajo, intuyo que el reclutamiento es también una fuente de
conflicto. Pero además de las empresas de trabajo temporal hay otro
sorprendente destinatario del cántico: los encargados de campo marroquíes. El
hombre de mi izquierda al que acabo de preguntar (joven marroquí, alegre fumador
de dientes negros) se pone a cantar, con poco tono hay que decir, contra los
encargados marroquíes. Durante un
instante algunos compañeros de las filas continuas lo miran entre sorprendidos
y divertidos, y entre la estupefacción y el divertimento se ponen a corear lo
mismo. Otro chico más joven me explicará la razón, afirma que los jornaleros
marroquíes trabajan y son los encargados de su misma nacionalidad los que les
apuntan menos horas de trabajo, si van con horario, y menos cajas si trabajan a
destajo. Varios de los manifestantes me
aseguran que los encargados o se quedan con ese dinero que ellos no cobran o se
lo ahorran a la empresa. No están seguros de quien parte la iniciativa, pero si
saben que ellos cobran menos de lo que les correspondería.
Furgoneta de megafonía atravesando manifestación.
Manifestantes
por la puerta del Ayuntamiento de Murcia.
Durante las
dos horas de trayecto mantengo diversas conversaciones con los jornaleros que
me rodean, me comentan cuál es su realidad cotidiana en el trabajo, no acierto
a saber si son sus propias experiencias o lo han leído en el manifiesto que
llevan entre manos. Eso no importa nada, porque la precaria realidad
colectiva de esta gente existe por encima de individualidades.
Un hombre
que pasará los 50 años, con gafas y gorro de lana, se retrasa un poco en la
fila para hablarme. Me comenta que si en el campo hay 20.000 jornaleros
trabajando a destajo, podrían ser 40.000 trabajando con horario, argumenta que
de esta manera ganaríamos todos porque habría más trabajo de más calidad para
más gente, más seguridad y más
cotizaciones que beneficiarían a todos los murcianos. Esto demuestra un
conocimiento, al menos mínimo, de los rudimentos del funcionamiento del sistema. Otro mozo más joven me dice que no han venido
ni la mitad de la gente que tenía que venir, que hay miedo, pero que están
contentos porque son muchos. Se nota que tienen ganas de hablar y de
sentirse escuchados.
Conforme
avanza la mañana crece la confianza informal entre nosotros, hacemos chistes y
chascarrillos. No sabemos nuestros nombres ni historias personales, pero no importa sabemos que estamos juntos en
ese momento y porqué estamos marchando. Debo admitir que esa sensación de
pertenencia y participación es emocionante y embriagadora.
Desde la
zona más elevada de la Gran Vía, justo donde confluye con el río Segura, la
vista es impresionante, definitivamente han sabido distribuirse y organizarse
para ocupar toda la gran vía. Observo los que simbólicamente avanzan delante de
nosotros bajo un gran cartel publicitario de la ciudad que reza “Murcia, una
ciudad para compartir”. Precisamente de eso se trata, así debería ser. Un poco
más adelante, en un semáforo, un hombre detiene su fila para dejar cruzar a un
coche, la conductora es una mujer joven que baja la ventanilla y agradece con
la mano al hombre el gesto.
“Murcia, una ciudad para compartir”. Vista de la Gran Vía de Murcia.
Poco a poco
vamos avanzando, pasamos junto a los antiguos restos de la ciudad árabe de
Murcia, abandonados a su suerte. Comento a mis compañeros que estamos pasando
junto al origen árabe de la ciudad de Murcia, que fue fundada en el año 825 por
Abderamán II. Se sorprenden mucho, parece que nunca en sus vidas hubieran pasado
por aquí. Unos minutos después llegamos al Palacio de San Esteban, sede del
gobierno regional y final programado de la manifestación. La concentración de gente en la puertas del
gobierno regional (vacío, es domingo) es impresionante. Unos cuantos líderes se
agolpan para dirigirse a las masas, algunos manifestantes se suben a los
árboles o las balaustradas para poder observar y escuchar mejor, otros se
sientan pero nadie parece irse.
El primero
en aparecer es Mamadou, delegado sindical de C.C.O.O con amplia experiencia y
muy querido por la gente que llega a corear su nombre. En su discurso recuerda hasta tres veces que ellos son parte
de la economía de España y de Murcia, un
buen análisis al que muchos manifestantes puede que no hubieran llegado aún. En
consecuencia merecen respeto y asegura que ya "no vamos a trabajar por
0,50 céntimos la caja", además arenga al personal afirmando que "esta
batalla la vamos a ganar todos juntos" porque "no somos
esclavos" y es ahora cuando "los trabajadores dicen basta".
A partir de ahí todos rompen con el grito improvisado de "¡¡¡basta!!!"
Para
finalizar un par de discursos más, pero que emocionan menos y se da por
concluido el acto, con los jornaleros más motivados y concienciados para
defender sus derechos, conscientes de que son un colectivo y que tienen derechos
que deben ser garantizados, porque con su infravalorado trabajo hacen posible
que la economía agraria de la Región de Murcia genere plusvalías a los
productores y estadísticas alcistas del porcentaje de exportación de productos
agrícolas, que son el orgullo de la casta política regional.
Al día
siguiente se volverá al tajo, pero ya no sería igual que antes…
Concentración
y mitin a las puertas del gobierno regional. Final de manifestación.