martes, 18 de diciembre de 2012

ETNOGRAFÍA DE LA SEXTA JORNADA DE LAS MARCHAS CONTRA EL PARO, LA PRECARIEDAD Y LOS RECORTES. TRAMO CIEZA-MOLINA, 10 de noviembre de 2012


Fotografía 1: Inicio Marcha en Avenida de Cieza
¿Cómo hacer una sociología que tome en serio, se pregunta Loïc Wacquant[1], “tanto en el plano teórico como en el metodológico y retórico, el hecho de que el agente social es, ante todo, un ser de carne, nervio y sentidos (en el doble sentido de sensual y significado), un “ser que sufre” y que participa del universo que le crea y que, por su parte, contribuye a construir con todas las fibras de su cuerpo y su corazón”?
En su Sexta Jornada de las Marchas contra el Paro, la Precariedad y los Recortes organizadas por el Foro Social y la Plataforma de afectados por las Hipotecas, se recorría el tramo entre Cieza y Molina. Por tanto, transcurría por buena parte del territorio del caso murciano del proyecto de investigación ENCLAVES.
¿Cómo no aprovechar esta iniciativa de protesta para realizar una inmersión carnal y sensual en un territorio, en un paisaje y en una problemática, la del paro, que tanto afecta a los jornaleros y trabajadores de nuestra temática de estudio?
¿Cómo no valorar metodológicamente ese marchar juntos con trabajadores desempleados, desahuciados o activistas en el que compartir durante unas horas el sudor y el esfuerzo muscular de caminar durante kilómetros fuese también una forma de conversar sobre el territorio que nos rodea y pisamos, de establecer identificaciones y complicidades, eso que en ciencias sociales llamamos “contactación”?
¿Cómo no rememorar ese monumento literario ( y según Howard Becker clásico de las ciencias sociales) que es Elogiemos ahora a hombres famosos de James Agee y Walker Evans (1941) cuando en su reportaje de investigación sobre los campesinos aparceros de Alabama requieren palpar y relatar hasta el detalle más íntimo el territorio social, físico y cercano de las familias estudiadas con descripciones deslumbrantes como las que en las páginas iniciales relatan el paisaje circundante conforme se adentran en el universo social buscado: “Por todo Alabama, las luces están apagadas. Cada hoja empapa el tacto; la telaraña es densa. Los caminos están ahí, sin nada que los haga servir. Los campos están ahí, sin nada que los trabaje, ni hombre ni animal. Los mangos del arado están húmedos, y los rieles, el cruzamiento de los carriles y las malas hierbas entre las traviesas: y ni siquiera se oyen las aceleraciones y penas roncas de un tren distante, por otros caminos. Los pueblos, las capitales de condado, pintadas de blanco casa por casa y elaboradamente aserradas entre sus hojas densas y oscuras, se levantan, en las protecciones espaciadas de su luz mineral, tan decorosas, tan vacantes, tan indefensas a la luz de las estrellas que es inconcebible despreciar ni desdeñar siquiera a un hombre blanco, un propietario de tierra; incluso en Birmingham, kilómetro tras kilómetro, salvo el repentino y alarmante rumor, disminuido y silenciado casi en seguida, de un coche cerrado y negro, y salvo taconazos solitarios y siniestros sobre la piedra, que nunca enseñan un rostro y entran, pronto, por una puerta de madera al mismo nivel de la acera y suben la inmediata escalera sin iluminar, kilómetro tras kilómetro, y piedras, piedras, suaves y trazados ríos de piedra, las calles yacen bajo sus altos faroles, vacías ante la eternidad” (pp. 58-59)?
¿Cómo no sentir que la entrega carnal –muscular y sensorial- al esfuerzo de los kilómetros recorridos en la Marcha supone un devenir en la percepción del entorno caminado que en palabras de Santiago Alba Rico implica una distinción: “lo que distingue un paisaje de un territorio es que, mientras que el paisaje es objeto de contemplación, el territorio es objeto de disputa”?
“La sociología, prosigue reflexionando Loïc Wacquant, debe intentar recoger y restituir esta dimensión carnal de la existencia … mediante un trabajo metódico y minucioso de detección y registro, de descifrado y escritura capaz de capturar y transmitir el sabor y el dolor de la acción, el ruido y el furor de la sociedad que los pasos establecidos por las ciencias humanas ponen habitualmente en sordina, cuando no los suprimen completamente” (p. 15).
Son las 7,30 de la mañana en la entrada de Archena donde dejamos los coches que a la tarde nos permitirán regresar a Cieza, punto de inicio de esta Sexta Jornada de las Marchas contra el Paro, la Precariedad y los Recortes que llevan recorriendo la Región toda la semana.
A estas horas, en la gasolinera de Archena ya se aprecian las furgonetas que recogen jornaleros para transportarlos a los campos. En la autovía hacia Cieza adelantamos un autobús de jornaleros. No es difícil adivinarlo: es un autobús viejo, en los cristales se aprecian restos de polvo y tierra, en su interior cuerpos de trabajadores del campo adormilados en los asientos, aprovechando el viaje a no se sabe dónde ni cuánto tiempo de duración para prolongar un poco más el descanso y el sueño que quedó interrumpido tempranamente en sus respectivos hogares para levantarse, preparar el desayuno y el petate del día, y desplazarse hacia el punto donde los recogería el autobús. Ese autobús que ahora adelantamos a las ocho menos cuarto de la mañana. Nubes blancas densas y  apelmazadas en el Valle de Ricote y en los valles de las inmediaciones de la Sierra de la Pila. Pienso en un blues del autobús para esos trabajadores soñolientos que apenas entrevemos fugazmente tras los cristales desde el automóvil en marcha y que poco a poco vamos dejando atrás en nuestro avance hacia Cieza.
Horas tempranas en las que la ciudad está envuelta en una neblina que parece emanada del terruño. Helor y frío. Poca gente por la calle. Poco a poco se van reuniendo los participantes de esta sexta Marcha. Se comenta el buen recibimiento que han tenido las Marchas en Moratalla, Calasparra y anoche aquí en Cieza, con cientos de vecinos arropándolos, pequeños comerciantes ofreciéndoles comida y cenas de bienvenida abundantes. En esas localidades con secular experiencia de épocas de paro jornalero y en las que esta crisis ha venido a recordarles que en sus biografías el trabajo sigue siendo un bien escaso e inestable, la empatía con las Marchas es inmediata. Aquí en Cieza el recibimiento anoche de la Marcha lo organizó el Club Atalaya, una asociación cultural de izquierdas empeñada en mantener viva la memoria del trabajo con la iniciativa de un interesantísimo Museo del Esparto que lleva ya años en funcionamiento. Es precisamente esa memoria del trabajo la que produce la identificación del vecindario con las Marchas contra el Paro.
Recordad a Sebald: “… la oscuridad no se desvanece sino que se espesa al pensar lo poco que podemos retener, cuántas cosas y cuántos caen continuamente en el olvido, al extinguirse cada vida, cómo el mundo, por decirlo así, se vacía a sí mismo, porque las historias unidas a innumerables lugares y objetos que no tienen capacidad para recordar, no son oídas, descritas ni transmitidas por nadie…” ( en Austerlitz, 2002, p. 28).
La luz del día va abriéndose paso conforme el reloj avanza hacia las 9. Los participantes de la Marcha van recalando poco a poco en la Plaza de salida hasta alcanzar la centena. Cuantiosa presencia de Policia Municipal y Guardia Civil. Entre los manifestantes, algunas caras familiares de esta (y de otras) época intensa de protesta social.
Una luz nítida, que solamente la lluvia consigue modelar por estos lares, envuelve de un azul radiante al soberbio cabezo de La Atalaya que sobresale por entre los edificios. La marcha comienza su caminata por una de las calles centrales de la ciudad. Se empiezan a gritar las consignas con las que los “marchantes” llevan una semana interpelando a los vecinos de los pueblos por los que han ido transitando: contra el paro, contra los desahucios, contra los bancos responsables de la crisis (entre el repertorio de acciones más característico se observa como el más característico el llenar de pegatinas oficinas de entidades bancarias al tiempo que el resto de manifestantes gritan consignas con los brazos levantados y haciendo el gesto de señalar con el dedo en dirección a la entidad bancaria empapelada de pegatinas contra los desahucios o la corrupción), etc.
Empiezo la Marcha charlando con Pepe Marín, un profesor de derecho del trabajo de la universidad e inquieto dinamizador del Club Atalaya y a quien recientemente entrevistamos para un trabajo sociológico sobre el Museo del Esparto.[2] Le pregunto por el arraigo que tuvieron las movilizaciones obreras y los movimientos de izquierda en estos pueblos en los años 70. Hablamos del PSP, el partido de Tierno Galván, que tanto en Calasparra como en Cieza tuvo mucha importancia. Cuando le menciono a Frasquito, un aparcero del coto arrocero de Calasparra que llegó a ser concejal de agricultura del Ayuntamiento de Calasparra procedente de las filas del PSP (y que yo conocí a principios de los 90), se le ilumina el gesto y rememora la importancia de esa persona para las gentes de izquierdas de estos pueblos.
El protagonista de la historia de vida del libro de Joan Frigolé –un jornalero campesino- también menciona a Frasquito en su relato. Precisamente en ese libro están las vivencias biográficas o la memoria del trabajo que indudablemente produce la identificación de las gentes trabajadoras de estos pueblos con las Marchas. Ese pasado lejano que proyecta una sombra escalofriante hacia el trágico presente de hoy en el que retorna el paro, la precariedad y la inacción estatal sobre la cuestión social:
“Trabajaba de eventual adonde me avisaban a trabajar: a coger esparto, a segar romero de ese pa esencia, a cavar con éste, con el otro, a veces aquí en el término, otras veces me iba fuera del término, y asín íbamos luchando con la vida.
Y de pasar frío, cuando salíamos. Ahí donde tiene la taberna el Porras, las Cuatro Esquinas le llamamos, a eso bien joven le dije “el mercado de los borregos”. Allí salíamos los hombres, más viejos, más jóvenes. Calcetines no se usaban entonces, no había para calcetines, nada más que unas esparteñas de esparto. La mayoría con un pantaloncito de tela remendaíco y una camisica. Sin camiseta, no se usaba ni mucho menos en la clase trabajadora, no, no había, ¡si no había! La camisica llena de repulgos, una blusica de estas sencillas. Helaícos de frío. Como íbamos helados por dentro y la ropa que llevábamos, más helados todavía. Venía un señor labrador a avisar al personal y entonces íbamos todos así, como los cordericos a mamar de la madre, y todos nos acercábamos y este señor empezaba a mirar a los tíos de arriba abajo. Si tenías el pelo blanco, no le gustaba, y si no tenías barba, tampoco. Tenían que ser hombres de veintitantos años. Bueno: “¿Precio?” “¿Tanto?”. Y entonces unos retrocedíamos para atrás y otros se quedaban allí. Y aquéllos iban y otros quedábamos, porque verdaderamente el tío se aprovechaba de aquello. En lo único que sí, cuando ya venía una recolección de arroz o de siega del trigo había aprovechamiento, porque mucha gente se iba de los pueblos a La Mancha a segar, mucha, y se quedaba aquí muy poca gente y, claro, tenían que recoger ellos también aquí la cosecha de cebada, trigo y avena. Entonces no encontraba y entonces aquél subía una peseta más. Venía el otro y subía otra. Me acuerdo yo que una vez de 5 pesetas que era la siega, 5 pesetas, llegaron a ponerla a 10 pesetas, porque no encontraban y tenían que segar” (Joan Frigolé, Un hombre, 1997, pp. 199-200).

La carretera de Cieza a Abarán orillea el valle del segura y sus huertas. El paisaje es embaucador. Las huertas de frutales, cítricos y hortalizas se disponen a lo largo del Segura, que por aquí todavía se desliza bravo y con abundante agua. Las serranías de Cieza y del Oro, con sus empinados cabezos cubiertos de pinares, limitan la anchura de la vega. Al fondo el sky-line de Cieza se despliega siguiendo el límite de la huerta. [Que el espacio de huerta sea un territorio físicamente limitado por el sistema de riego es inaceptable para la lógica de reproducción ampliada del capital: por ello los nuevos regadíos que estudiamos en ENCLAVES rompieron la frontera de la vega, conquistaron e irrigaron los campos de secano y allí implantaron las grandes fincas de producción de fruta y hortaliza]. A estas horas la mañana es fresca y húmeda, los colores están muy vivos, los olores del campo intensos, los árboles de hoja caduca salpican de tonos ocres este vergel. Sin duda la Marcha transcurre por los paisajes huertanos más bonitos de la Región y en algún momento M.A. pedirá un aplauso de reconocimiento para ellos… Me encuentro con dos jubilados de los viejos tiempos, activistas de Cartagena que demuestran gran generosidad participando en la caminata con toda su solidaridad hacia los jóvenes golpeados por  la crisis.



Fotografía 2: Huerta de la vega del Río Segura a su paso por Cieza


Entre banderas de las diferentes sensibilidades políticas (pero sin nombres distintivos de tal o cual partido o sindicato) caminan jóvenes precarios, militantes sindicales y de partidos políticos de izquierdas, solidarios de todas las edades, familias completas de vecinos, algunos inmigrantes en paro, desahuciados, investigadores… pocos niños y alguna persona mayor, sin duda debido a la dureza del recorrido. Por este motivo y para la logística y manutención durante todo el trayecto hay dos vehículos de la organización (un coche y una furgoneta) que hacen las funciones de “campamentos base móviles”.
Accedemos al centro de Abarán por una carretera donde se disponen numerosos almacenes de manipulado de frutas. El primero de ellos el de la Cooperativa del Valle de Abarán, de gran tamaño, cajas coloradas y amarillas apiladas en una gran superficie de estacionamiento para camiones y coches, pero en el que no se divisa actividad alguna (en esta época del año el periodo de trabajo es mínimo pues la fruta continúa siendo un producto altamente estacional –solamente grandes empresas como Frutas Ester o Maripí han conseguido romper esta estacionalidad introduciendo nuevas variedades o diversificando la producción hacia la hortaliza-).



Fotografía 3: Almacén de manipulado de fruta, Abarán

Se aprecian otros almacenes más pequeños, también sin actividad, y otros directamente cerrados (y alguno convertido en chabola seguramente de trabajadores inmigrantes). Estos almacenes abandonados aparecen repentinamente como indicios de la fuerte concentración y centralización de capital habida en torno a algunas grandes empresas como frutas Ester (la Marcha pasa por la entrada de su viejo almacén, en el que yo estuve a mediados de los 90 -ahora está ubicada en el polígono industrial de la carretera hacia la autovía, con unas instalaciones modernizadas de gran envergadura y amplitud-)[3].


Fotografía 4: Almacén de fruta abandonado y convertido en infravivienda de trabajadores inmigrantes, Abarán

La recepción de la Marcha en Abarán es alegre. Jóvenes con tambores, gaitas y panderetas nos acompañan hasta el centro del pueblo, hasta llegar a la imponente plaza de toros. Gritos de “trabajo si, paro no”, “que viva la lucha de la clase obrera” y semejantes. Las oficinas de los bancos, especialmente de La Caixa, son embadurnadas de pegatinas contra los desahucios y señaladas al grito de “asesinos” (el día anterior se había producido en Baracaldo el suicidio de una mujer a la que se iba a expulsar de su vivienda). Un representante de los convocantes de la Marcha agradece al “pueblo de Abarán” el recibimiento, “pensábamos que entrábamos en territorio hostil”, etc. No son pueblos éstos que vayan a dar una acogida muy amplia a una Marcha de contenido nítidamente izquierdista (aquí el contraste es evidente respecto a la hospitalidad mostrada en los pueblos de más arriba -Moratalla, Calasparra y Cieza-), pues son espacios políticamente muy conservadores –. La minoría activa nucleada en torno a Izquierda Unida (su único concejal participará en la Marcha), sindicatos como UGT e inclusive ecologistas locales posibilitan esa bienvenida.

El urbanismo de Abarán habla de una intensa y prolongada proletarización de su población. Recorremos calles de bloques de edificios de los 50 y 60, envejecidos y como a medio terminar, numerosas chimeneas de conserveras abandonadas. La fealdad de la trama urbanística contrasta con la belleza del espacio de huerta circundante. Es un pueblo como suspendido en el tiempo de una época boyante –la “edad de oro” de la década de los 20[4] con un repunte seguramente en los años 60- y que desde entonces vive como a la espera instalado en una decadencia progresiva…





Fotografía 5: La Marcha cruza Abarán


A la Marcha se suman jóvenes abaraneros. El concejal mencionado de Izquierda Unida, jóvenes desempleados, un ecuatoriano amenazado de desahucio y apoyado por la PAH (Plataforma de Afectados por las Hipotecas), una trabajadora social que conocí hace unos años en unas jornadas de UGT sobre inmigración.  Conversaciones con muchos de ellos y contactos para la investigación. Nos habíamos propuesto, y lo estamos consiguiendo, una forma de contactación con los trabajadores y trabajadoras locales horizontal (buscándolos en la urdimbre social del pueblo) y no vertical (como es habitual en muchos estudios sociológicos en los que la contactación se hace a través de la gerencia empresarial).
Ahora somos muchos más, casi 150. Despedimos con aplausos a la salida de Abarán a los jóvenes gaiteros que nos han acompañado en el recorrido por las callejuelas del pueblo. Me llama la atención que los huertos de las inmediaciones de la localidad están cultivados (pimientos, habas, patatas, etc.), se lo comento a H. –un ecologista local ahora residente en Murcia- y dice que es desde que empezó la crisis (seguramente estrategias de autoabastecimiento).
H. es uno de nuestros contactos para el trabajo de campo en Abarán. Durante la caminata nos cuenta quiénes son los poderes locales (Frutas Ester en Abarán centro y Maripí en la Hoya del Campo –donde en las últimas elecciones municipales se llegó a presentar una candidatura independiente especifica de aquella pedanía) y sobre las transformaciones del territorio. El control del poder local es fundamental para las estrategias empresariales de acaparamiento de tierras, agua y otros recursos. Por ejemplo, las roturaciones de terrenos realizadas por Frutas Maripí en las inmediaciones de la Sierra de la Pila para su conversión a la producción de frutales –como se aprecia al inicio de la pista que sube a la aldea abandonada de San Joy- se han hecho a costa de recortes a la superficie del Parque Natural. Nos confiesa aspectos más confidenciales y personales, como que su situación personal no es la mejor porque está en paro con dos hijos, que no está totalmente de acuerdo con algunas reivindicaciones de la marcha (está políticamente un poco más a la izquierda) pero que es el momento de integrar discursos y prácticas. Conoce bien los campos y huertas de Abarán, y asegura que los huertanos articulan formas de resistencia (a la usurpación del agua por parte de la Confederación o de los agronegocios) que pocas veces son visibles o se conocen[5].
P. trabajadora social de UGT pero implicada en movimientos sociopolíticos más a su izquierda es abaranera, hija, nieta y novia de abaraneros. Parece una persona bastante conocida en el pueblo y me dice que nos puede facilitar el contacto con trabajadores de almacén o campo, algunos incluso son familiares.  Por otro lado nos comenta que sus padres tienen un bar “de toda la vida” en Abarán, lo cual nos puede ser de mucha ayuda en el futuro para nuestras incursiones etnográficas.
J. es un joven desempleado de Abarán. Trabajaba en una fábrica de Molina de enlatado de atún. Ahora aprovechando el paro estudia filología en la Universidad. También su hermana y su padre participan en la Marcha –su madre se ha quedado en casa atenta al móvil por si alguno se fatiga durante la caminata… Es un joven vivaracho, alegre, entregado e inquieto culturalmente (se ha matriculado en Filología Hispánica en la Universidad de Murcia y está interesado por el uso del lenguaje en los procesos de control social). En los descansos de Blanca y Archena actúa como monitor deportivo y nos pone a hacer estiramientos.
El propio ritmo de la marcha propicia los contactos, los saludos, las charlas fugaces… en ese cruce de conversaciones y gentes está J. de Abarán. Ronda la treintena, parece un buen conocedor de su pueblo y poco a poco me cuenta que estudió un módulo de F.P relacionado con la topografía, oficio vinculado a la construcción. Durante los años del boom inmobiliario estuvo trabajando en diferentes empresas del sureste (Alicante, Murcia y Almería), le encantaba su trabajo por el que percibía netos 1.000€, donde los complementos lo hacían aún más atractivo: coche de empresa, viajes y dietas. Se encargaba de analizar y comprobar el estado de los suelos donde se proyectaba construir una carretera, pero con el desplome del sector acabó en el paro. A los meses obtuvo una plaza de barrendero contratado por el ayuntamiento, a media jornada con un contrato temporal, en el momento de la marcha llevaba dos meses sin cobrar. Su relato  dibuja un pueblo dormitorio, donde la gente que quería progresar debía buscar trabajo fuera, dominado política y socialmente por familias caciquiles que incluso crearon su propio partido político que ganó las elecciones municipales de 1987. Asegura que un par de familias, relacionadas con el agronegocio son las que han marcado el ritmo del municipio. En ese momento sus recuerdos giran hacia su infancia y juventud, cuando había más zonas verdes y los niños y vejetes se encontraban en calles y parques.
La carretera hacia Blanca tiene primeramente un tramo ascendente que obliga a trabajar más a los músculos de las piernas. Posteriormente una bajada entre huertos de mandarinas (qué rico sabor), naranjos y limones nos conduce a las orillas del río Segura a su paso por el pueblo de Blanca. Esta vez no hay recibimiento alguno ni se marcha a través del pueblo (Blanca es aún más conservadora que Abarán). Aún así recibimos el apoyo entusiasta de alguna vecina mayor que se identifica como de izquierdas. Almuerzo a orillas del río, junto al merendero ahora cerrado. La organización facilita bocadillos, bolsitas de uva de mesa y un chato de vino para reponer fuerzas, a cambio de los vales solidarios por valor de un euro. La presencia de las unidades especiales de la Guardia Civil es especialmente visible. El Delegado del Gobierno quiere hacer ver a sus electores que mantienen con estrecha disciplina el Orden.
La Marcha continúa. Embalse de Blanca: aquí se amansan las aguas bravas del Río Segura junto con las de procedencia del trasvase Tajo-Segura. Bellas vistas, cañaverales, cormoranes sobrevolando las aguas. Allá arriba se divisa la cima de la Sierra de Ricote. Un viejo campesino en una antigualla de moto cargada de sarmientos de las viñas nos adelanta. Saluda y charla brevemente con los Civiles a los que debe conocer. Su huerta está a orillas de la carretera, lo vemos en su parcela de frutales y nos saluda al pasar.
Azud de Ojós y las grandes tuberías que separan las aguas del trasvase de las de río y las elevan para una vez en altura dirigirlas, por un lado, la tubería de la derecha hacia el valle de Guadalentín y Campo de Cartagena, y la de la izquierda, hacia Fortuna y campo alicantino. A continuación H. El Ecologista explica con megáfono a los manifestantes esta geografía tecnológica de la gran infraestructura hídrica.
Desde la elevación de la carretera del azud se aprecia una geografía del contraste: entre las escarpadas y áridas montañas, anida toda esa exuberancia que ilumina una luz maravillosa de mediodía de  huertas, palmeras, cítricos y frutales, acequias y norias. Salpicados aquí y allá pequeños pueblos en los que se reconoce la huella del pasado morisco. Cruzamos Ojós, un niño despliega un cartel contra los recortes en educación. Subimos por una pista llena de barro y charcos de las últimas lluvias hasta Ulea.  Un pueblo que parece fantasmal, sólo algunas vecinas nos observan detrás de las puertas de sus casas, agazapadas y sorprendidas tras el visillo, un grupo de chicos mascullan algo sobre la necesidad que tenemos de buscar trabajo… más bien de encontrarlo.
Durante todo el recorrido las conversaciones y compañías van y vienen, se rompen, se retoman fragmentos de charlas, en otras ocasiones prefiero observar el paisaje humano y natural que me rodea, aprehenderlo.  Voy charlando con algunos “interinos” de la Marea Verde (protestan contra la situación de la educación), reconocibles por sus camisetas verdes. Finalmente, Villanueva. Todos ellos pequeños pueblos del bonito valle de Ricote, con alcaldes conservadores que promovieron desacertadas operaciones urbanísticas que hoy vemos irrumpir sin sentido alguno en medio de estos paisajes pero recordándonos que ahí siguen los responsables de la burbuja inmobiliaria que nos ha conducido al actual desastre. 

Un poco más adelante converso fugazmente con el único inmigrante africano que nos acompaña. Va vestido con ropa de invierno y el calor de 20 grados en pleno Noviembre empieza a pasarle factura, por lo que protege su cabeza con su jersey de lana, en una bolsa de plástico lleva algunas pertenencias. Más tarde me comentará una compañera que se trata de un hombre de Gambia, que lleva en España 11 años, mantiene su trabajo y su casa, no expresa problemas acuciantes pero que cuando se enteró en la asociación de vecinos de la finalidad de la marcha pensó que era su obligación acompañarnos, y aquí estaba.




Fotografía 6: Entrada a Archena

Llegada a Archena. Tras 25 kilómetros los músculos empiezan a estar cargados. Grupos de personas nos reciben con apoyo solidario. Alguien se incorpora con una soberbia bandera republicana. Varios jóvenes de la cabecera de la Marcha se acercan corriendo al restaurante-asador de la entrada de Archena e increpan al propietario llamándole “explotador” y semejantes –días después comprendí este episodio en una entrevista en La Ser a un representante de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas que estaba acompañado por un “afectado” que resultó ser uno de los jóvenes que protagonizó el hecho referido: se trata de un joven de Mula de unos veinte y tanto años, que en la época del boom inmobiliario se dejó los estudios con quince años para ponerse a trabajar en la construcción, pudo comprarse una vivienda previa petición de un préstamo hipotecario; luego llegó la crisis, se quedó en el paro y no pudo hacer frente a los pagos de la hipoteca; ahora milita en la PAH y trabaja eventualmente en lo que le sale; un fin de semana trabajó en el restaurante-asador de Archena y le pagaron un miserable sueldo de 60 euros por 24 horas de trabajo “o lo tomas o lo dejas”… ¿Su relato no es acaso una actualización a los tiempos de hoy del extracto biográfico reproducido páginas atrás y extraído de la historia de vida de un campesino-jornalero calasparreño realizada por Joan Frigolé en Un hombre, 1997?
Llegamos a orillas del río Segura a su paso por Archena. Allí, activistas de este pueblo han preparado bolsas con bocadillos, fruta y bebida. Es el “día de la tapa” jornada en que los hosteleros ofrecen cerveza y tapa a un precio módico. Por esta razón en Archena hay bastantes jóvenes de aperitivo a pesar de rebasar las 3 de la tarde. En un bar muy cercano al lugar de nuestro avituallamiento me acerco a saludar a unas personas que conozco. Noto en el ambiente como nuestra presencia sucia, cansada y algo desarrapada causa una mezcla de extrañeza, incomprensión y algo de repudio entre los jóvenes bien vestidos y acicalados que tienen dinero para consumir en el bar. Lo atestiguo cuando alcanzo a oír argumentos como “¿afectados por la hipoteca? Pero si esos seremos casi todos los españoles ¿no? y no nos quejamos...” o “lo que tienen que hacer no es salir a la calle es trabajar”.

La fatiga se aprecia en muchos. Pero una hora después ya están preparados para seguir avanzando río abajo hasta Molina (15 km.). Algunos ya nos bajamos aquí.








[1] En Wacquant (2004): Entre las cuerdas. Cuadernos de un aprendiz de boxeador, Alianza, Madrid.
[2] “Hay quienes reniegan de su pasado obrero en la industria del esparto. Aquello fue una crueldad para los que niños tuvimos que trabajar  en el esparto. Yo tenía siete años, estamos hablando del año 51, saliendo de la posguerra y en condiciones de pobreza” (Entrevista grupal con antiguos obreros del esparto, mayo, 2012).
[3] Este extracto de noticia extraído de Abarán en Siete Días, 15/11/2012, nos da idea de 1) la importancia de Abarán en el subsector de frutas y 2) las cinco empresas resultantes de la dinámica mencionada de centralización concentración de capital:
"Casi medio centenar de empresas murcianas de frutas y hortalizas -cinco de ellas de Abarán- han participado en la Feria Nacional de Frutas y Hortalizas Fruit Attraction 2010', un innovador y funcional centro de negocios que nació el pasado año de la mano de FEPEX e IFEMA y con el unánime respaldo del sector, como la más sólida, completa y eficaz herramienta comercial para el sector profesional hortofrutícola.
Según la información a la que tuvo acceso Abarán en 7 días fueron cinco las empresas que contaron con stand propio dentro de esta feria: Frutas Campo Blanca S.C.A.Frutas Esther S.A.Frutas Félix Gómez e Hijos S.L.Frutas Torero S.A. y Antonio Carrillo e Hijos S.A. (Frutas Anabella). Todas ellas, a su vez se agruparon en el stand de APOEXPA.
Fueron en total 49 las empresas del sector de frutas y hortalizas de la Región de Murcia las que expusieron sus productos en Madrid del 20 al 22 de octubre en la segunda edición de esta feria. Las empresas asistentes estuvieron agrupadas en las organizaciones ProexportApoexpa y Amopa, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Pera de Jumilla y el Consejo de Agricultura Ecológica”.
[4] Así lo relata José David Templado, Cronista Oficial de Abarán, en su blog rememorando la construcción del teatro local: “La construcción del Teatro Cervantes  en 1926 coincide con una de las épocas de mayor esplendor económico y cultural del pueblo de Abarán.  La década de los años veinte del ya pasado siglo mantiene un crecimiento económico hasta entonces nunca conocido.  Por una parte, el Motor Resurrección tras un periodo de crisis normaliza su funcionamiento y las transformaciones de secano en regadío fuera del Valle abren perspectivas halagüeñas para el incremento de la producción agrícola.  Por otra parte, las industrias conserveras y las derivadas del esparto alcanzan su madurez  con una red comercial perfectamente establecida.  El binomio producción-comercialización sostenido por un perfeccionamiento cada vez mayor de los transportes por carretera produce la fluidez necesaria para la salida de frutas en fresco.  Paralelamente al desarrollo económico tiene lugar un desarrollo cultural con múltiples manifestaciones, pero sobre todo, con la toma de conciencia de la importancia del saber y de la instrucción en el progreso de las personas y en definitiva del pueblo.
… el teatro Cervantes puede ser considerado como emblema de una década y de una generación. Una década insertada en una época de oro de la historia de Abarán y una generación cuyos frutos aún están por superar”.
[5] Unos días después leímos en Abarán, 7 días la siguiente noticia:  "Destrozan parte de las obras realizadas por la CHS en la acequia Charrara en Abarán"
H. es coautor de un interesantísimo artículo sobre la importancia histórica del regadío tradicional en Abarán y su actual declive económico y sociológico. Se titula: "La Cueva/El llano: ejemplo de evolución de un pequeño espacio agrícola, hoy en extinción"


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